Daniel Abad - Director del Centro de Estudios Económicos y Sociales del NOA (Cesnoa)
Los recientes datos difundidos por el Indec en relación a la actividad económica, si bien ratifican lo que se viene percibiendo desde fines de 2013, no deja de preocupar en esta época del año donde se esperaba otro escenario en materia económica. ¿Que se esperaba? Más dólares en el Banco Central por la cosecha gruesa. Que las paritarias devolvieran al salario su capacidad de compra y empujara al consumo. Acceso al crédito internacional después de arreglar con el Club de París, Ciadi y Repsol. Pero nada de eso ocurrió. Apenas las reservas alcanzan los U$S 29.000 millones. La devaluación de fines de enero y el aumento de las tasas de interés aceleró la inflación disminuyendo el salario real y el fallo adverso de EEUU en relación los holdouts nos cerró, por ahora, el acceso al crédito internacional a tasas razonables. Sectores como el automotriz, bienes durables, construcción e inmobiliario, otrora locomotoras de la actividad económica hoy están con importantes caídas que afectan el empleo.
Si bien empleo no está cayendo bruscamente lo que garantiza paz social (muchas empresas han invertido en capacitación y retienen hasta último momento a sus empleados), hay sectores comprometidos que recurren a suspensiones, eliminación de horas extras y hasta turnos enteros. Esto explica la recesión confirmada por el Indec de caída de actividad de dos trimestres consecutivos.
Una recesión económica se caracteriza por una disminución de la actividad, el empleo, la producción y la inversión.
En épocas de desempleo, recesión y baja inversión, el Estado inyecta fondos públicos para reactivar aún a costa de incurrir en déficits, como sucede en cualquier país con caída de actividad económica. Pero cuando hay déficit gemelos (presupuestario y de cuenta corriente), inflación alta y exceso de gasto público (básicamente por subsidios mal asignados como es nuestro caso), se hace necesario restringir los medios de pago.
Pero no es lo que está ocurriendo hoy en Argentina. Solo el BCRA emite para financiar su deuda (cuasi fiscal) unos $ 60.000 millones y, además, emite para financiar al Tesoro nacional donde el déficit se ubica en unos $ 140.000 millones.
Cuando esto ocurre el modelo debería virar de un esquema de mercado interno-gasto público a uno de exportación-inversión. Pero para que esto ocurra, se debería bajar la inflación, desaparecer el cepo cambiario y establecer un horizonte al tipo de cambio que devuelva competitividad a las exportaciones. Esperemos que el conflicto con los holdouts termine pronto y Argentina pueda adoptar medidas económicas que reactiven la actividad por el lado de la oferta; recurrir a los mercados de crédito internacionales de crédito y atraer inversiones que permitan transitar hasta las próximas elecciones sin mayores sobresaltos.